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SIMPOSIO CIENTÍFICO JURÍDICO

100 años de presencia ininterrumpida en la Antártida

En 2004, en ocasión de cumplirse 100 años de presencia permanente e ininterrumpida de la República Argentina en la Antártida, tuve el honor de ser invitado a disertar en el Simposio Científico Jurídico, organizado por la Asociación Argentina de Derecho Internacional.

Mi tema de exposición fue "Ushuaia, puerta de entrada a la Antártida

PANEL  7

USHUAIA PUERTA DE ACCESO A LA ANTÁRTIDA

 Daniel Leguizamón

 

Es habitual que el tema antártico sea abordado desde la óptica y la percepción de la Capital Federal, donde encuentra el gran centro neurálgico de la toma de decisiones a nivel nacional, o desde sitios remotos, por especialistas a los que además de una cuestión intelectual, los mueve razones de tipo afectivas respecto el sector antártico.

Por eso consideramos altamente auspicioso que este Simposio nos brinde la oportunidad exponer el enfoque de Tierra del Fuego, contar cómo nos involucramos desde Ushuaia con el continente blanco, qué expectativas tenemos y qué oportunidades avizoramos y para eso permítanme retroceder un poco en el tiempo y comentarles qué panorama teníamos en el año 1992, cuando dejamos de ser el último Territorio Nacional para convertirnos en una nueva Provincia, con responsabilidades cívicas y políticas que involucran ineludiblemente al sector antártico.

Para comenzar, vamos a subrayar algunos conceptos a tener en cuenta: En principio creo que todos conocen que Ushuaia está íntimamente identificada con slogans tales como “la ciudad del fin del mundo”, “el confín del planeta”, etc. Y seguramente vamos a coincidir que además de despertar una fascinación especial, desde el punto de vista del marketing, la condición de “punto extremo” se ha demostrado como altamente convocante.

Pero en lo que concierne a la conexión física, esa curiosidad geográfica constituye una severa debilidad.

Estar en el extremo del mundo nos hace estar también muy lejos de los grandes centros de consumo o emisores de turismo, situación que nos impuso la necesidad de vencer esa suerte de aislamiento producido por la confinidad.

Por ello es que uno de los ejes profundos de las políticas que comenzamos a desplegar en ese momento, consistió en intentar un “reposicionamiento” en términos relativos.

Dado que es imposible mover la isla de donde está, no nos quedaba otra alternativa que tratar de buscar la forma de dejar de ser esa “última y olvidada estación terminal del mundo”, para  consolidarnos como un estratégico “punto de paso”.

Punto de paso entre la ruta turística del Atlántico y la ruta del Pacífico o viceversa, con el objeto de articular una importantísima conexión bioceánica.

Y fundamentalmente, en punto de paso a la Antártida.

Por tal razón, unos de los principales ejes rectores de las políticas que planteamos en los albores de los ´90, y que con algunos altibajos continúa hasta la actualidad, se basó en consolidar a Ushuaia no sólo como “puerta de entrada” a la Antártida, ya que esa condición la da la posición geográfica, sino que fuimos un poco más ambiciosos en los objetivos y nos propusimos convertirla en “la conexión óptima” entre el mundo y continente blanco, objetivo que implica desarrollar una fuerte actitud y vocación de competitividad en materia de infraestructura y servicios, con el objeto de constituir a Ushuaia en un eficiente polo logístico y operativo para la comunidad antártica internacional.

Sobre el espíritu, la letra y los alcances del Tratado Antártico a los cuales se debe ceñir cualquier actividad nacional o provincial, ya se han explayado ampliamente prestigiosos oradores, por lo que no voy redundar.

Pero sí voy a subrayar que la principal fortaleza de Tierra del Fuego, por todos conocida,  es que estamos a sólo mil kilómetros  de la Península Antártica, contra 3.600 que separan al continente blanco de Ciudad del Cabo (RSA), 2.250 a Hobart (Tasmania AU), 2.200 a Christchurch (NZ), etc.

Y a nadie escapa el valor que tiene para quienes deben realizar incursiones al continente blanco, contar con una plataforma operativa eficiente para optimizar y racionalizar costos y esfuerzos “en la antesala misma”.

Con este cuadro, podemos empezar a plantear cómo entendemos que se debe posicionar la condición estratégica de la Isla con respecto a la Antártida

A fin de encuadrar correctamente las acciones, debemos considerar dos ejes o campos de acción, que entendemos como caras de una misma moneda:

Un campo político-jurisdiccional, de aristas sumamente delicadas, con competencia primaria nacional, en el cual la Tierra del Fuego tiene la responsabilidad de conocer en profundidad y actuar en consecuencia, a fin de no incurrir en situaciones perjudiciales para los intereses nacionales.

En este eje, podríamos definir que el gran tema central y de fondo es lo que concierne a todas las acciones y políticas que desarrolla la Argentina respecto a los intereses y derechos cautelados por el Art. IV del T.A.

El escenario de este campo de acción comprende tanto las acciones que la Argentina desarrolla en el propio continente blanco, como en la arena internacional.

Y la otra cara de la moneda está dada por un eje económico-productivo, que se basa en la capacidad de realizar un inteligente aprovechamiento de las actividades permitidas en el continente blanco, a través de los servicios logísticos y operativos que se puedan brindar desde Ushuaia.

Nuestra tarea implica en ver cómo nos organizamos en Tierra del Fuego para involucrarnos constructivamente en la sustanciación de la política antártica nacional. Y por otro lado, cómo capitalizar esta creciente actividad antártica internacional, particularmente en lo concerniente a la actividad científica y logística donde no tenemos tanta participación, como sí la tenemos en la actividad turística, donde hemos logrado captar más del 90% de las operaciones mundiales de cruceros al continente blanco.

En lo que respecta al eje político-jurisdiccional, cabe señalar que en la comunidad y en gran parte de las autoridades fueguinas existe una notoria confusión con respecto a las competencias nacionales y provinciales,

El hecho de ser la Provincia de Tierra del Fuego, -Antártida- e Islas del Atlántico Sur y el desconocimiento generalizado de Ley 18.513, así como sus normativas asociadas,   alimentan tal confusión.

Precisamente por la íntima relación que une a la comunidad fueguina con el continente blanco, es que resulta imperioso contribuir a forjar un conocimiento profundo y de rigurosa precisión en esta materia.

En forma simple y conceptual, podemos decir que en materia de competencias en el campo político-jurisdiccional, el Estado Nacional tiene absoluta potestad en lo que refiere a:

a) Determinaciones respecto al Sistema del Tratado Antártico

b) Políticas que se desarrollan al sur del Paralelo de 60º.

Tierra del Fuego no tiene competencia alguna para tomar determinaciones en el seno del Tratado Antártico, ni fijar políticas en el continente blanco.

La participación que pudiera caberle a Tierra del Fuego en este campo, es necesariamente de modo “indirecto”.

En cambio, en el eje económico productivo la cosa se presenta diferente.

Tierra del Fuego tiene plena competencia para desarrollar todas las acciones y políticas necesarias tendientes a consolidar a la Isla como una eficiente plataforma operativa y logística para actividades antárticas nacionales e internacionales.

Por tal razón es que no tiene mucho sentido entrar en una competencia inconducente, invirtiendo energías en acciones dentro del área del Tratado que son responsabilidad primaria de la nación, sino que tenemos que preocuparnos mucho más de lo que lo estamos haciendo, por desarrollar y fortalecer todo aquello que es de nuestra genuina y absoluta incumbencia.

Tenemos plena jurisdicción y competencia para desarrollar en la Isla Grande de Tierra del Fuego, particularmente en Ushuaia, toda la infraestructura y todos los servicios que pueden útiles para consolidar a la capital provincial como “conexión óptima” entre el mundo y la Antártida.

Es habitual que organizaciones que realizan actividades en el área y en el marco del Tratado Antártico, sean estas turísticas o científicas, acudan directamente a Tierra del Fuego sin intermediación de las autoridades nacionales, con el objeto de organizar y desarrollar sus planes logísticos, a través de las prestaciones que pueden brindarse por medio del Aeropuerto Internacional de Ushuaia, del Puerto local, así como de un importante abanico de infraestructura y servicios disponibles, de absoluta competencia provincial.

Conforme a lo hasta aquí planteado, debemos enfocarnos en determinar cuáles pueden ser los campos de participación “indirecta” en aquello que es de plena competencia nacional, es decir qué aportes y roles puede desarrollar Tierra del Fuego para contribuir desde nuestra singularidad geográfica, social y jurídica, a los objetivos nacionales en materia político-jurisdiccional.

Y por otro lado, tenemos que definir claramente qué podemos y qué debemos hacer con nuestra competencia “directa”, como puerta de entrada a la Antártida.

 

Comenzamos con el eje político-jurisdiccional y para ello tenemos que definir claramente qué y cómo puede participar Tierra del Fuego.

Y vamos a arrancar puntualizando conceptualmente lo que no debemos hacer.

En términos generales y como definición, podemos decir que debe considerarse una vía estéril o definir como inocuas, a todas aquellas acciones que ignoren lo dispuesto por el Artículo IV del Tratado Antártico.

Para entender mejor el concepto, recordemos lo medular de este Artículo: El apartado a) dice que “ninguna disposición de este Tratado se interpretará como renuncia de las partes contratantes ni a los derechos de la soberanía o a las reclamaciones territoriales que hubiere hecho valer precedentemente” y subrayo el término “precedentemente” por lo que veremos un poco más adelante.

Tampoco se interpretara este Tratado “como una renuncia o menoscabo a cualquier fundamento de reclamación de soberanía ni como perjudicial a su reconocimiento al derecho de soberanía territorial”.

Queda suficientemente claro que el Artículo IV del Tratado Antártico cautela taxativamente “los derechos de la soberanía” y “las reclamaciones territoriales” que nuestro país ha hecho valer precedentemente

Y en este punto es donde la Argentina tiene fundamentos consistentes para sustentar sus derechos y reclamos.

Más allá de títulos y herencias, tempranos actos jurisdiccionales a partir del otorgamiento de permisos a foqueros y balleneros, rescates memorables como a la expedición de Nordenskjöld, etc., debemos destacar como muy importante que antes de la firma del Tratado Antártico en el año 1959 la Argentina ya había hecho actos concretos de ocupación física del territorio reclamado.

A la contundencia argumental de haber tenido la primera base científica ocupada en forma permanente e ininterrumpida, de haber tenido el primer rompehielos operando en aguas polares australes y más allá de los fundamentos de continuidad, contigüidad, etc., es altamente significativo advertir que la Argentina no basa sus reclamos en actos meramente simbólicos, como el hecho de haber sobrevolado “por primera vez” o haber “plantado una bandera” en tal o cual lugar, sino que supo ejercer lo más importante y determinante en el concepto de la soberanía, que es precisamente la capacidad de soberanizar el territorio reclamado.

Tal es el valor de haber tenido instaladas ocho bases en plena actividad antes de 1959, abarcando territorialmente el sector reclamado y un sinnúmero de actos concretos que en honor a la síntesis voy a obviar, los cuales demuestran inequívocamente la voluntad y capacidad de soberanización.

Y luego es fundamental comprender el significado del apartado b) del Artículo IV en el más amplio del sentido de su letra y espíritu.

Este apartado plantea que “ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamentos para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía ni para crear nuevas derechos de soberanía, ni hacer nuevas reclamaciones”.

Es un mandato central del Tratado Antártico que nadie puede desconocer y que a mi juicio divide claramente las aguas entre aquello qué es conducente y productivo para hacer valer en el futuro nuestros derechos e intereses y lo que no lleva a ningún lado concreto.

Por tal razón considero fundamental contribuir al cabal conocimiento del Artículo IV y sus mandatos centrales, ya que en términos generales existe lo que coloquialmente podríamos definir como una preocupante “ensalada de conceptos”, cuando no un absoluto y flagrante desconocimiento respecto a la situación jurisdiccional real de la Antártida.

Es habitual y corriente escuchar de parte desde diversos sectores del arco social que tales o cuales acciones, nacidas con toda seguridad en las mejores intenciones pero con deficiente información, se van a realizar con el objeto de “hacer, ejercer o fortalecer la soberanía” en el sector antártico reclamado.

Cuando en la realidad, desde lo jurídico y por imperio del inciso 2º del artículo IV, tales acciones tienen un efecto práctico extremadamente relativo a juzgar por la propia letra del mismo, donde queda incontrastablemente claro que “ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamentos para hacer valer o apoyar una reclamación de soberanía”.

Por lo tanto, una de las tareas más importantes que tenemos por delante, además de esclarecer convenientemente al común de la gente y a la dirigencia política, es precisamente identificar qué es lo que se puede hacer de real utilidad mientras esté en vigencia el Tratado Antártico, para favorecer el mejor posicionamiento argentino ante un futuro desenlace.

A fin de clarificar un poco esta ensalada de conceptos respecto a la idea de “soberanía” en la Antártida, donde incluso un porcentaje considerable de la población lo confunde con la situación de Malvinas o la del superado “Conflicto del Beagle”, me permito apelar a una definición de trazos gruesos.

Excluyendo modelos como por ejemplo el de Estados Unidos, que compró Alaska por siete millones de dólares y viendo cómo se dieron los procesos de soberanización a lo largo de la historia, existirían básicamente dos formas de realizar nuestras aspiraciones en materia soberanía en la Antártida.

O desarrollamos una supremacía militar tal que nos permita imponer nuestras aspiraciones a la comunidad antártica internacional, cosa que es tan delirante concebir e inviable que lo menciono a simple título enumerativo.

O desplegamos una muy lúcida, inteligente y perseverante ingeniería político- diplomática, que nos permita  arribar a las instancias definitorias del Tratado con la mejor plataforma de negociación para hacer valer adecuadamente los derechos e intereses cautelados por el Artículo IV.

La tercera y descartable opción consiste en abandonarnos a la metodología de la declamación estéril, de la prepotencia gestual, de la demagogia, de aprovecharse de la buena fe y la desinformación sistemática a que ha sido sometida la población respecto a la realidad jurisdiccional antártica Antártida con el objeto de obtener algún fugaz rédito político, o simplemente para preservar cuotas de poder o factores de interés, cuando en definitiva, deberíamos ser concientes que no se está aportando nada útil para fortalecer la posición argentina.

Y dado que no hace falta destacar que la opción militar es inconcebible y que la vía especulativa no lleva a ningún puerto, la única opción disponible es la diplomática.

Por lo tanto, la lógica indica que en el tiempo que resta para llegar a instancias definitorias, hay que enfocar todos los esfuerzos en edificar el mejor posicionamiento posible.

Hasta aquí vamos dilucidando en términos generales y aunque más no sea en forma esquemática, qué es lo que sirve y qué es lo que no.

En ese contexto, tenemos que determinar cuál sería el mejor aporte de Tierra del Fuego, en el marco de la participación “indirecta” que nos cabe.

Entiendo que a partir de nuestra singular e íntima relación geográfica, social y jurídica con el sector antártico, el mejor aporte debería estar basado en todo aquello que sirva al Estado Nacional en el diseño e implementación de una eficiente ingeniería político-diplomática tendiente a asegurar la mejor plataforma de negociación en instancias definitorias.

Y si todo sigue su cauce normal, tomando como base a la prórroga vigente del Tratado Antártico los tramos definitorios, el nuevo ciclo de negociaciones para definir el futuro del Tratado tendrían lugar dentro de unas cuatro décadas.

La primera y gran pregunta que deberíamos formularnos a nivel nacional, es cómo queremos llegar a esa instancia.

Cómo nos vamos a organizar y qué vamos a hacer durante el lapso que reste hasta una hipotética definición del futuro antártico, para edificar día a día y meticulosamente un posicionamiento ideal.

Si en base a lo establecido por el Artículo IV coincidimos que lo que va a tener un valor jurídico concreto es básicamente lo que se hizo antes del ‘59, y en eso estamos fuertes, entonces la siguiente pregunta es qué se debe hacer -durante- la vigencia del Tratado Antártico.

¿Son aplicables los paradigmas que sustanciaron la política antártica nacional en la etapa de “soberanización”, es decir antes de 1959? La respuesta es no.

La plena vigencia del Artículo IV nos indica claramente que los intentos de soberanización o las prácticas declamatorias, son por definición inocuas y en algunos casos hasta pueden resultar contraproducentes.

En este orden de ideas considero que lo que realmente le sirve al país y a lo que Tierra del Fuego tiene que contribuir activamente a través de actitudes y acciones inteligentes, es a generar PRESTIGIO, PREDICAMENTO, RESPETABILIDAD, INFLUENCIA Y LIDERAZGO a fin de llegar a las instancias definitorias con el mejor escenario de negociación.

Creo firmemente que la Argentina tiene por delante el desafío y la obligación, como en otro momento de la historia lo ha hecho, de desarrollar una opción estratégica acorde a la lógica que impone el Tratado Antártico.

No tengo dudas que durante la etapa del Tratado debemos abocarnos principalmente a edificar y afianzar en la percepción internacional las condiciones de prestigio, predicamento, respetabilidad e influencia, que nos garantice la mejor plataforma de negociación posible.

Para graficar este concepto, permítanme hacer un ejercicio de imaginación.

Imaginemos que en vez de estar en este simposio, estamos en el año 2048 acompañando a la delegación argentina que tiene la responsabilidad de defender los intereses argentinos en una hipotética definición del futuro del Tratado Antártico.

Evidentemente nos preguntaríamos cómo quisiéramos llegar a esa instancia.

Obviamente querríamos arribar en principio con los mejores negociadores posibles, porque en la mesa de negociaciones seguramente vamos a tener sentados a los mejores negociadores de cincuenta, sesenta, ochenta países -no sabemos cuantos serán- ONGs y grupos de interés con posiciones seguramente contrapuestos con los nuestros.

Vale resaltar lo dicho no hace mucho por Jan Hüber en ocasión de la puesta en funcionamiento de la Secretaría del Tratado Antártico: Remarcó que "... el Tratado Antártico es un gran acuerdo dentro del desacuerdo, porque la gran cuestión de fondo -que es la soberanía- no está resuelta. Pero dentro de ese problema, las naciones han logrado desarrollar un sentido de cooperación para llevar adelante una cantidad de políticas que han impedido, por ejemplo, conflictos armados o guerras como se han dado en otras situaciones..." y por otro lado puntualizó que “…hay siete naciones que reclaman soberanía -tres de las cuales superponen sus reclamos- y hay una abrumadora mayoría de naciones que no reconocen tales reclamos”.

Este último párrafo grafica clara y contundentemente el escenario que deberán enfrentar nuestros negociadores en una futura e hipotética negociación para hacer valer los derechos, intereses y reclamos argentinos.

Supongamos entonces que llegamos a esa instancia con los mejores negociadores.

Cabe preguntarse con qué antecedentes llegamos.

Qué pasa si tenemos los negociadores más aptos pero nuestra foja de antecedentes no es la mejor para facilitar la tarea de los mismos.

Vamos a estar en problemas, porque tales precedentes negativos seguramente van a ser utilizados por esa “abrumadora mayoría de naciones que no reconocen tales reclamos” para descalificar o neutralizar la principal base de sustentación que puede exhibir la Argentina, que es la voluntad y capacidad de soberanización evidenciada por nuestro país previo a la firma del Tratado.

Si la Argentina puede exhibir acciones contundentes antes del 1959 en sintonía con lo cautelado por el apartado a) del Artículo IV, surge del propio sentido común que el primer recaudo a tomar, apunta a no dar lugar a una línea argumental basada en que durante su vigencia, nuestro país pasó varias décadas insistiendo en acciones y declamaciones ajenas al espíritu y la letra del Tratado.

Por el contrario, entiendo que sería muy acertado desarrollar acciones que, sin resignar en absoluto al pleno ejercicio de la actividad antártica nacional,  tengan como objetivo asegurar el mejor posicionamiento en materia de prestigio, respetabilidad, predicamento y liderazgo.

Por eso y para hacerlo entendible, me permito manejar un ejemplo muy casero, pero sumamente gráfico, que es el “concepto de las dos carpetas”

Una “carpeta blanca” y una “carpeta negra”

En la carpeta blanca van a estar todos los precedentes positivos que servirán a nuestros negociadores para sustentar su difícil trabajo.

Y por otro lado una “carpeta negra”, donde se acumularán aquellos precedentes inconvenientes, que podrán ser utilizados para descalificar o neutralizar la posición argentina.

La pregunta es cómo queremos llegar. Con una carpeta blanca escuálida y una carpeta negra abultada?. Obviamente no. Lo idea es tratar de llegar con los mejores precedentes posibles, dentro de los parámetros y la lógica propia del Tratado Antártico.

En este punto es donde cobra fuerza la necesidad de desarrollar una consistente y meticulosa ingeniería político-diplomática, lo cual implica el diseño y la ejecución de una muy elaborada estrategia, con el objetivo preciso y deliberado de desplegar una serie de medidas y acciones específicamente concebidas con el objeto de arribar a instancias decisivas con la mejor plataforma de negociación posible.

En esta inteligencia y en función de una visión estratégica, la consigna rectora debería propender a que cada acción que se desarrolle durante la vigencia del Tratado, debe aportar una foja a la “carpeta blanca”, con el preconcebido fin de actuar como punto de apoyo a nuestros negociadores.

Creo que no está en la idea de nadie dejarle una pesada carga a la generación que tendrá la responsabilidad en su momento de defender nuestros derechos e intereses y mucho menos malograr la consistencia de lo realizado por la Argentina en la etapa previa a la firma del Tratado.

Mas bien todo lo contrario, es decir que habrá coincidencia absoluta en que tenemos que trabajar con mucha lucidez para legarle a la generación venidera la posición más sólida posible.

Por eso es que volviendo al rol de Tierra del Fuego, surja como obvio que desde el nivel local debemos contribuir activamente a este concepto.

Si nos basamos en este criterio para definir una Política de Estado Provincial, contamos con vairas décadas para implementar acciones que contribuyan con el objetivo de diseñar y ejecutar esta ingeniería política diplomática que nos asegure la mejor plataforma de negociación.

Voy a proponer un ejemplo que seguramente puede resultar polémico, pero que puede resultar útil para interpretar correctamente la visión conceptual propuesta.

Vamos a analizar  el caso de la Escuela 38 de Base Esperanza bajo la óptica de la “carpeta blanca” y la “carpeta negra” y en el contexto del desafío como de la obligación que tiene nuestro país de definir una nueva opción estratégica para la etapa de vigencia del Tratado.

Lo vamos a analizar bajo dos parámetros:

1. A la luz de la letra y el espíritu del apartado 2º del Artículo IV del Tratado, donde expresa que “ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamentos para hacer valer o apoyar una reclamación de soberanía”, y

2. En función del objetivo estratégico de generar prestigio, predicamento, influencia y liderazgo.

Alejados por la firma del Protocolo de Madrid los fantasmas que habían alentado a muchos estados a  intensificar los actos de presencia territorial por la incertidumbre que despertaba la finalización del Tratado Antártico, cabe preguntarse cuál es el rol que debería cumplir dicha escuela, en función de aportar a una ingeniería político-diplomática concebida para afianzar la mejor plataforma de negociación.

Me imagino que dentro de la estricta lógica del Tratado, para cualquier negociador podría resultar muy diferente tener que defender el mantenimiento durante 70 años una escuela al sólo efecto de sostener los derechos soberanos -tal como está concebida-, que plantear por ejemplo -sin resignar un ápice de lo cautelado por el Artículo IV-, que durante décadas, cada maestro y alumno que pasó por tal escuela se dedicó a consustanciarse con en el frágil medio antártico y subantártico para transmitir luego a la comunidad internacional los valores del Tratado, la defensa del ambiente antártico y su importancia vital para la supervivencia del planeta, a través de un plan sistemático auspiciado por las autoridades nacionales, con amplia difusión internacional y permanencia en el tiempo.

Se trata de un cambio de paradigmas.

La idea es convertir un hecho que de por si implica un esfuerzo humano y económico significativo, pero que bajo los parámetros propuestos no aportaría un gran sustento a la tarea de los negociadores, en una foja positiva para la “carpeta blanca”, en la cual mostrar una presencia argentina en la Antártida enrolada en los más altos preceptos del Tratado, y que paralelamente, como valor agregado, contribuya a desnaturalizar cualquier posible intento de descalificación o neutralización de los precedentes valederos, es decir los registrados con anterioridad a la firma del Tratado.

En el mismo sentido, se ha alentado al Foro de Concejales de Tierra del Fuego, que en breve realizarán una Sesión Antártida, para que eviten posiciones obsoletas o de mero corte declamativo y utilicen la valiosa oportunidad de constituirse en la Antártida, desde la validación que le otorga la representatividad de una “comunidad circumpolar”, con el genuino propósito de alertar a la comunidad mundial de los preocupantes sucesos ambientales que se están registrando y apoyar proyectos multinacionales de gran trascendencia, como al Año Polar Internacional 2007/2008.

En lo personal pude comprobar que el simple e ilustrativo “concepto de las dos carpetas” ha sido útil para clarificar las cosas a mucha gente y entiendo que podría ser absolutamente aplicable para orientar, reciclar o potenciar gran parte de las acciones, esfuerzos y objetivos de una política antártica, enfocada a generar las mejores condiciones para defender de la mejor forma los derechos e intereses nacionales.

Pero en este análisis vale también repasar qué otras cualidades genuinas puede aportar Tierra del Fuego desde las íntima y singular relación con el sector antártico.

Podemos aportar pertenencia y contexto; También responsabilidades cívicas y políticas, seguramente mucho más pertinentes que a otras comunidades del resto del país; Tenemos recursos humanos familiarizados e identificados con la Antártida; Contamos con recursos económicos para la formación de recursos humanos; Contamos con infraestructura educativa, sistemas de becas, etc.;

Y si se me permite continuar con el ejercicio de imaginación que nos ubica en el 2048 en plenas negociaciones por el futuro jurisdiccional de la Antártida, teniendo en cuenta que entre el 2004 y 2048 habremos erogado más de dos mil millones de pesos en presupuestos educativos, seguramente los fueguinos no quisiéramos estar en la situación lamentarnos por no haber invertido un sólo peso en la formación de recurso humano especializado para contribuir al diseño e implementación de una política adecuada.

Por eso, considero que a partir de la singular e íntima relación con la Antártida, una de las posibilidades más constructivas y pertinentes a Tierra del Fuego para aportar “indirectamente” a los intereses nacionales, se basa precisamente en -invertir- para la formación especializada recurso humano, para integrar los cuadros profesionales que deberán diseñar y ejecutar una nueva opción estratégica.

Contamos cuatro décadas para formar y especializar una élite de gestores antárticos con el objeto de ubicarlos en sectores claves.

Si bien la competencia de fijar la política antártica nacional no es de Tierra del Fuego, sino de la Nación, nada debería impedirnos que los chicos de hoy, que al 2048 van a ser la generación con la responsabilidad de negociar el futuro antártico, puedan ser convenientemente formados para integrarse programáticamente a los organismos, instituciones y representaciones diplomáticas que tendrán vital participación en la tarea de sustanciar una política de lago plazo tendiente a generar el mejor escenario de negociación.

El otro gran campo de acción que mencioné al principio es el eje económico-productivo.

Así como en el eje político-jurisdiccional podemos definir que el objetivo de Tierra del Fuego es el de formar una elite de gestores antárticos, capacitados para contribuir al diseño e implementación de una ingeniería político-diplomática, en el campo económico productivo la consigna es de naturaleza totalmente diferente.

La gran consigna para este campo, independientemente de la dinámica jurisdiccional, podría resumirse en tratar que “todas las incursiones antárticas, que no vulneren la letra y el espíritu del Tratado Antártico, operen desde Ushuaia”.

A nadie escapa que toda la actividad científica que se desarrolla en este momento en la Antártida requiere una cantidad enorme de recursos y de esfuerzos.

La mayoría de los países se ven obligados a movilizar aviones, helicópteros,  buques, plataformas, materiales, indumentaria, personal logístico y todo lo que se necesita desde grandes distancias, con los costos y las complejidades que esto significa.

Como se ha planteado desde siempre, la principal fortaleza de Ushuaia consiste la estratégica posición relativa, que nos ubica a sólo a mil kilómetros de la Península Antártica, por lo que podemos considerar que la actividad antártica internacional se presenta como una extraordinaria oportunidad para Tierra del Fuego.

Otras “puertas de entrada”, con posiciones relativas no tan favorables pero con programas antárticos de vanguardia, como los de Nueza Zelanda o Australia, nos muestran los interesantísimos réditos socioeconómicos que pueden obtenerse de un inteligente aprovechamiento de esta actividad internacional.

En 1993 tuvimos la oportunidad de invitar a los máximos responsables del Programa Antártico de Nueva Zelanda, para participar en el Foro Antártico de la Eco Tierra del Fuego ’93.

Peter Nunann y Vic Allen nos proporcionaron un acabado informe que daba cuenta que por ese entonces, su centro logístico basado en Christchurch atendía los programas de Nueva Zelanda, de Estados Unidos, Italia, China y otras operaciones menores. 

Como factor comparativo nos comentaban que la operación en aviones Hércules a ellos les demanda ocho horas de vuelo, cuando desde Ushuaia se reduce a menos de la mitad.

Destacaron que debido a la gran distancia, prácticamente no tenían movimiento marítimo ni turístico a la Antártida, que son precisamente las especialidades de Ushuaia.

Comentaron que la actividad antártica les generaba empleo a casi dos mil personas  en forma directa y seis mil en forma indirecta y tenían un ingreso aproximado de  cincuenta millones de dólares por año, en concepto de mantenimiento de aeronaves, estadía de aeronaves, aprovisionamiento, alquiler de oficinas, alquiler de depósitos y servicios varios.

Luego pudimos apreciar y seguir la notable evolución del programa antártico de Tasmania (AU) a partir de 1997, que por su situación insular tiene grandes analogías con Tierra del Fuego en lo que hace a su relación con la administración federal.

A partir de una fuerte iniciativa local y con vital apoyo de su gobierno nacional, ellos también se especializaron en servicios logísticos, académicos, gestión de residuos, despachos de aduana, consultoría, maquinaria, tecnología, abastecimiento, etc.

Todas prestaciones que ya se desarrollan o que tranquilamente podrían desarrollarse en Tierra del Fuego. 

Como en el caso de Christchurch, Hobart, la Capital de Tasmania y centro neurálgico de la actividad antártica australiana, se ubica a más del doble de distancia que Ushuaia respecto nuestro cuadrante de influencia.

Lo que no resulta impedimento para que el año pasado reportaran ingresos por ochenta y ocho millones de dólares en concepto de servicios y abastecimiento a terceros países con actividad antártica y subantártica.

Y lo que registramos con especial atención es que el 47% de dicho abastecimiento fue de producción local.

Reportan además alrededor de diez mil los puestos laborales directos e indirectos relacionados con la actividad antártica y subantártica, incluyendo una muy calificada actividad académica con gran demanda internacional.

Naves de otras nacionalidades, como el buque polar francés L´Astrolabe, tienen como puerto hogar durante todo el año al puerto de Hobart.

Si tenemos en cuenta que la actividad turística de Tierra del Fuego, con toda la furia y en pleno auge reportó el año pasado una cifra aproximada a cincuenta millones de dólares, debemos convenir que las experiencias de Hobart y de Christchurch nos hacen alentar justificadas expectativas, teniendo en cuenta la privilegiada posición relativa de Ushuaia y la importante actividad científica internacional que se registra en el cuadrante sudamericano.

Cuando repasamos las fortalezas de Tierra del Fuego, no sólo sobresale la privilegiada posición relativa, sino que en materia de infraestructura contamos con dos elementos clave: un puerto protegido de aguas profundas y un aeropuerto internacional apto para la operación de todo tipo de aeronaves equipado con todos los elementos de seguridad y radioayudas, como VOR DOPPLER e ILS, que ya conoce la operación de aviones Jumbo, Concorde y Antonov.

Nuestro puerto registra una entrada de más de doscientas operaciones de cruceros turísticos por año, así como de los principales buques polares del mundo.

Como factor a resolver, podemos mencionar que contamos con una capacidad logística dispersa que es necesario articular para ser plenamente útil a la actividad antártica.

Durante las campañas de verano, la totalidad de los programas antárticos deben acarrear los snowcats, ropa polar, raquetas, esquís desde el hemisferio norte o desde grandes distancias, cuando gran parte de esos elementos están totalmente ociosos en los valles donde se desarrollan actividades invernales. Contamos con vehículos de nieve, esquíes, raquetas, indumentaria polar y equipamiento polar. Contamos con cámaras frigoríficas, una plataforma científica de excelencia como el CADIC. Y en especial: contamos con vital recurso humano.

En Tierra del Fuego hay gente ampliamente familiarizada con las condiciones de clima extremo y especializada en actividades de nieve y hielo, que bien podrían aportar un calificado soporte logístico a los programas antárticos de terceros países, que en la actualidad se ven obligados a reclutar y trasladar auxiliares logísticos desde el hemisferio norte o desde regiones remotas.

Buques polares como el Ushuaia, que opera desde el puerto local, podría tranquilamente complementar las actividades que realiza el brazo logístico nacional e incrementar el incipiente apoyo logístico que realiza a programas antárticos extranjeros.

De noviembre a marzo se registran más de ciento cincuenta operaciones de cruceros turísticos de Ushuaia a la Antártida que parten y regresan con bodegas ociosas.

Si lográramos articular un eficiente sistema de complementación con el programa antártico nacional, estaríamos en capacidad de brindar a la comunidad antártica internacional uno de los sistemas operativos más versátiles para operar en el continente blanco, con el valor agregado de contribuir al objetivo de generar prestigio, influencia y liderazgo.

Todo esto demuestra que si tenemos la capacidad de ver la veta, debemos convenir que la actividad antártica internacional puede transformarse en  un gran recurso, no sólo para Tierra del Fuego, sino para la Argentina.

Con ciertos altibajos, podemos advertir que se está avanzando mucho en materia de articulación entre las capacidades que tiene la provincia y las capacidades que administra la Nación.

Para finalizar, me voy a referir al proyecto Área Antártica Internacional, una iniciativa nacida en 1993 que implica poner en valor la condición estratégica de la Península de Ushuaia, con la idea de desarrollar una extraordinaria plataforma logística y operativa antártica y subantártica.

La singular conformación de la Península, permitiría contar con un enclave multimodal, articulando en lo operativo el aeropuerto internacional con una zona franca  antártica unificada, un muelle multipropósito en la costa norte de la misma península, un sector de combustibles y un taller de reparaciones navales, complementado con el Polo Científico Académico en el entorno del CADIC y un parque temático antártico.

La principal fortaleza de este proyecto, que fuera presentado a las autoridades nacionales en el año 1994, radica en la notable singularidad de la península, que en un área acotada permite desarrollar un sistema logístico altamente versátil, contando con un aeropuerto y un puerto a menos de mil metros de distancias, una Área Franca Unificada que centralizaría en un solo edificio el material en tránsito avión-buque o buque-avión, permitiendo un control único, en vez de un sistema logístico disperso, oneroso y antifuncional.

La realización del proyecto Área Antártica Internacional nos va a permitir contar con un sistema de transferencia único en el mundo.

Por su parte, el Polo Científico Universitario está concebido con la idea de consolidar a Ushuaia como una alternativa válida para la especialización en temas antárticos y subantártico, ya sea en post grados en carreras de grado.

La cercanía de Ushuaia a la Antártida y la variedad de medios disponibles para acceder al sector antártico o subantártico, nos otorga una situación privilegiada para desarrollar un centro de altos estudios de proyección internacional. 

Este Polo Científico Universitario podría articularse perfectamente con otro proyecto en carpeta desde hace largo tiempo, que es el Centro Ornitológico Río Grande.

 

Para concluir, creo firmemente que Tierra del Fuego tiene que ser la punta de lanza de una acción geopolítica y estratégica para el sistema Atlántico Sur – Antártida.

Prestigiosos autores, analistas y expedicionarios antárticos vienen planteando desde hace varias décadas que Ushuaia debe consolidarse como la principal puerta de entrada a la Antártida. Que debe fortalecerse como bastión geopolítico y geoestratégico.

El  Decreto 2316/91 de Política Nacional Antártica lo expresa taxativamente; El Grupo Asesor conformado para la implementación del Decreto Nacional 2.316/91 lo reafirma. Distintos funcionarios de la Dirección Nacional del Antártico, de la Dirección General de Antártida de Cancillería, así como de organizaciones y expertos en la materia coinciden plenamente con esta visión.

Por eso creo que el mejor aporte de este Simposio Jurídico Científico organizado por la Asociación Argentina de Derecho Internacional, sería alentar activamente, tanto a la nación como a la provincia, a desarrollar los esfuerzos necesarios para hacer realidad el slogan que propone consolidar a Ushuaia, como la conexión óptima entre la Antártida y el mundo.

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